En la empresa se podía cortar el aire con un cuchillo.
Un director general sospechado de fraude por el dueño de la empresa, ventas en baja, recorte de gastos, un pésimo clima laboral, y gran parte del personal pensando en irse y hablando de ese dueño describiendolo como un aprovechador, falso y oportunista.
La decisión del directorio: buscar una especie de superhéroe, un tipo que pudiera revertir todo esto, que fuera confiable y honesto, con capacidad de mando, pero con tino para tratar con ciertos personajes internos tóxicos para la organización pero obsecuentes con el dueño. Esto último no lo pidió el directorio, pero estaba claro que sin esto no podría perdurar.
Y fue así que trajeron al “nuevo” como director general interino (ya sé, suena raro, pero así fue), con lo que esto implicaba para el director general en funciones.
Bien, nuestro individuo en la primera semana se dedicó a conocer los problemas, hablando con los colaboradores que estaban poco acostumbrados a poder expresarse.
Comenzó a mirar las cuentas, la performance de las áreas y las relaciones interpersonales y se dedicó a definir ratios con los que pudiera medir los cambios que efectuaba.
El mayor problema fue que su puesto no estaba nada claro, tenía que velar por áreas que no manejaba, coordinar cosas con el aún presente director general (que ahora solo dirigía parte de la empresa), vigilarlo a pedido del dueño, y ocuparse “del resto”, por supuesto, con muchos palos en la rueda.
El “nuevo” sabía que la única solución era trabajar con la gente y en la gente antes de ir a los números duros.
Tenía que restablecer la confianza del personal en la empresa y en quienes la dirigían, rearmar los vínculos entre las personas, construir equipos que no fueran solo colecciones de individuos, y establecer canales de comunicación bidireccional con él mismo y con el resto los gerentes, para que todo fluyera.
Y se largó a hacerlo!
Charlas al personal, capacitación interna, nuevos beneficios, y otras tantas cosas como el armado de grupos de proyectos staff donde los gerentes y él mismo eran parte del equipo constructor o generador de cosas, pero el que lideraba era alguien de la tropa.
Estableció una comunicación horizontal. Todos tenían acceso a él, todos podían opinar en distintas materias y aportar soluciones.
Mientras tanto, intentaba generar equipo con el director general (no creía en el fraude), y morigeraba o hacía desaparecer los malos comentarios hacia su jefe (el dueño) mostrando que era éste quien había hecho que lo que estaba pasando fuera posible.
Creció la productividad, se generaron infinidad de métricas, se clarificaron los números mostrando que los equipos rendían pero que había un desacople entre lo que se vendía y lo que se podía producir.
Varios problemas, que habían estado ocultos, se veían ahora y como resultado de esto, el otrora director general en breve fue “invitado” a dejar la compañía.
Hasta allí parecía marchar todo muy bien, y a cada requerimiento de explicaciones del dueño, todo se mostraba con números, elementos racionales, explicaciones y opciones.
El “nuevo” estaba funcionando muy bien.
El superhéroe mostraba sus poderes!
Pero un día, quien sabe por qué extraños mecanismos mentales, el dueño sintió que perdía protagonismo. Que la empresa, que andaba mejor, le respondía a alguien más y no a él.
Entonces se hizo cargo de las actividades dejadas por el director saliente, retomó el control de algunas cosas, se instaló en el día a día y las fallas comenzaron a aparecer nuevamente.
Un monstruo de dos cabezas nacía.
No solo se hizo cargo de algunas actividades sino que también modificaba las directivas del ahora ya no tan “nuevo”, pasando por encima de sus decisiones.
Estaba todo el tiempo “contándole las costillas” (Un argentinismo que significa que alguien ejerce una excesiva vigilancia sobre un sujeto) y requiriendo cosas en tono acusatorio, lo que comenzó a incomodar y a frustrar al pobre tipo, quien tuvo que dejar de hacer lo que hacía (muy bien según nuestro análisis) para trabajar en dar cada vez respuestas más elaboradas a preguntas o cuestiones sin sentido.
Fue allí cuando los equipos de trabajo dejaron de tener sinergia y comenzaron a competir deslealmente. Las divisiones volvían a aparecer, las camarillas estaban presente de nuevo y en breve comenzó la declinación de la performance general.
Los “correveidile” (llevadores de cuentos), quienes habían caído en imagen ante sus compañeros, estaban de parabienes porque habían recuperado su lugar, y el superhéroe estaba herido y con sus poderes muy debilitados.
Para hacerla corta, en breve se decidió desvincular al “nuevo”, aduciendo una vez más (como con el otro director), un fraude (inexistente) hacia la empresa, tratando de transformar al superhéroe en villano, y si bien su salida fue el resultado, el manchar su imagen no funcionó.
A partir de allí, el desangre de personal fue grande, perdiéndose muchos talentos algunos por decisión propia y otros empujados por comulgar con el saliente director. Se disipó la mística, se bloqueó la participación y todo volvió a foja cero.
La situación era la misma que al inicio o peor, ya que las expectativas de la gente habían cambiado y se redujo la capacidad de aceptación de cambios que no consideraran beneficiosos.
El dueño adujo que se había equivocado de persona, que la selección había sido mal hecha y salió en busca de otro superhéroe que ocupara el puesto.
Moraleja:
En el mundo empresarial, los superhéroes no existen, solo existen personas con decisión y con algo de talento, pero que nunca podrán contra el poder real de quien maneja los hilos.
Así que, si usted es quien los maneja, procure no convertirse en el villano de turno, deje el ego de lado y asóciese al colaborador elegido haciendo que los cambios realmente sucedan, y por sobre todo, perduren.
La Liga de la Justicia se lo agradecerá…