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Cómo manejar reclamos y quejas sin perder la cabeza (o al cliente)


Atención a clientes, quejas, reclamos

Hoy más que nunca, cuando el mercado está en plena montaña rusa y los clientes están más sensibles que una flor al sol, el servicio al cliente se ha convertido en un campo minado.


Sabemos que la crisis ha puesto a todos nerviosos, desde el que llama a quejarse por el WiFi lento hasta el que reclama porque su pizza llegó fría.


La verdad es que, si no gestionamos bien esas interacciones, podemos perder no solo al cliente, sino también la calma, y hasta la reputación de la empresa.


Así que, agárrate, que vamos a navegar el delicado arte de atender clientes sin caer en la desesperación.


La sensibilidad del cliente en la crisis: ¿Con guantes de seda o de boxeo?

Durante una crisis, los clientes tienden a estar más irritables que de costumbre.

¿Por qué?

Fácil: la incertidumbre, el estrés económico y la ansiedad les ponen los pelos de punta.

 

¿Resultado?

Quejas a la orden del día.

Pero ojo, no todas las quejas son iguales ni vienen con la misma intención.


A veces una queja no es más que una válvula de escape, otras veces es una crítica constructiva, y en algunos casos, es solo alguien con ganas de pelear.


Aquí es donde entra la habilidad para distinguir y priorizar.


La intención de las quejas: Detectives en acción

Primero lo primero: ¿por qué se quejan los clientes?


No siempre se trata de mal servicio.

A veces es frustración acumulada o un mal día, así que, antes de entrar en modo defensivo, es clave identificar la raíz del problema.


Escuchar activamente ayuda mucho a diferenciar si estamos lidiando con una queja legítima o con alguien que solo busca descargar su enojo en el primer mortal que le atienda.

¿Un tip?

Clasificar las quejas en tres categorías: urgentes, importantes y “no es para tanto”.


Esto nos permite darle prioridad a lo que realmente requiere atención y no perder tiempo en peleas innecesarias.


Quejas y reclamos: ¿Es lo mismo?

No, amigo mío, no lo es.


Una queja es una observación negativa, generalmente subjetiva: "Me pareció que el servicio fue lento".


Un reclamo, en cambio, viene con exigencia: "El producto llegó roto, quiero un cambio o un reembolso".


Las quejas requieren empatía; los reclamos, acción, así que el procedimiento frente a cada uno debe ser distinto.

  • Quejas:

    Escucha, valida la experiencia del cliente, muestra disposición a mejorar. 

  • Reclamos:

    Asegúrate de tener una solución lista, si es posible.

    Si no, comunícale los pasos que tomarás para resolver la situación.


Si estamos en una interacción cara a cara, el lenguaje corporal juega un papel clave.

Nada de cruzar los brazos o poner los ojos en blanco (¡sí, eso se nota!).


En redes o por teléfono, el tono de voz y las palabras correctas son nuestras herramientas más poderosas.


Evitar reacciones negativas: El arte de desactivar bombas

Cuando un cliente está al borde de una explosión, lo que digamos puede ser combustible o agua.


Frases como “Es lo que es” o “No puedo hacer nada” son mortales.

Estas expresiones les hacen sentir impotentes y enfurecidos, y créeme, un cliente furioso en redes sociales puede hacerte más daño que un huracán clase 5.


Una buena técnica es usar frases que calmen los ánimos.

Algo tan simple como “Entiendo cómo te sientes” o “Vamos a ver qué podemos hacer para solucionarlo” puede cambiar el curso de la conversación.


Cuidado con las redes: El circo de las reclamaciones públicas

Las redes sociales se han convertido en una herramienta poderosa para el cliente, pero también son un lugar donde las quejas se convierten en espectáculos públicos.


Responder rápido y con empatía es fundamental.


Ignorar una queja en Twitter o Facebook es como tirarle leña al fuego.


Y si vamos a responder, ojo con las frases que usamos: nada de sarcasmo o respuestas frías tipo "lamentamos los inconvenientes".


Se trata de ser humanos, no robots.


La venganza del cliente: Un poder que no subestimamos

Un cliente insatisfecho tiene una herramienta infalible para vengarse: hablar mal de nosotros.


Ya sea en redes, con amigos o dejando reseñas en sitios como Google, el cliente enfadado puede hacer mucho daño.


¿Y qué pasa si no nos reclaman?

A veces, los clientes simplemente deciden no decir nada y nunca más vuelven.

Peor aún, le cuentan a todo el mundo lo mal que los tratamos.


Los estudios muestran que un cliente insatisfecho le cuenta a entre 9 y 15 personas sobre su mala experiencia, mientras que los satisfechos lo comentan con menos frecuencia.

Así que es vital abordar cada reclamo con el mayor cuidado.


Cinco pasos para ser asertivos en el manejo de PQR

¿Sabías que hay un proceso probado para manejar Peticiones, Quejas y Reclamos (PQR) de forma eficaz?


Aquí te lo comparto:

  1. Escuchar activamente:

    Parece obvio, pero escuchar sin interrumpir es clave.

  2. Reconocer el problema:

    Validar la queja con frases como “Comprendo lo que me estás diciendo”.

  3. Ofrecer soluciones claras:

    Nada de vaguedades.

    Si no podemos resolver de inmediato, detallamos los pasos que tomaremos.

  4. Seguimiento:

    No basta con decir que lo resolveremos, hay que hacerlo y luego confirmar que el cliente está satisfecho.

  5. Cierre adecuado:

    Agradecer al cliente por su paciencia y reiterar el compromiso de la empresa.


Oportunidades en los reclamos

Cada reclamo es una oportunidad.


Sí, leíste bien.

Un cliente que se toma el tiempo de reclamar te está dando una segunda oportunidad para ganarte su confianza y es nuestra responsabilidad aprovecharla.


Es más, algunos de los clientes más leales que he visto son aquellos a quienes se les manejó un reclamo de manera impecable.


Clientes que nunca quedan satisfechos: ¿Los imposibles?

Ahora bien, no todo es color de rosa.

Existen clientes que parecen imposibles de satisfacer.


Estos son los que siempre encuentran algo que criticar, aunque todo esté perfecto.


¿Qué hacer con ellos?

Lo principal es no tomárselo personal y tratar cada caso con el mismo profesionalismo.


Si, después de varios intentos, no conseguimos que el cliente esté satisfecho, quizá lo mejor sea dar un cierre elegante: “Lamento que no hayamos podido cumplir con tus expectativas, siempre estamos dispuestos a mejorar”.

Fin de la historia.


Enfrentando la furia del cliente: Técnicas valiosas

Cuando un cliente está enfadado, la furia puede ser contagiosa, pero hay métodos que pueden ayudarnos a desactivar esa bomba.


Una táctica que siempre funciona es la empatía.


Un simple “Lamento que esto haya pasado, vamos a solucionarlo” puede calmar las aguas.


Y si hablamos de frases que desactivan impulsivos, nada mejor que un “Vamos a trabajar juntos para resolver esto”.


Lo que no debemos hacer para no volver locos a los clientes

Hay errores clásicos que hacen explotar a los clientes, y muchos se pueden evitar.


No responder con rapidez, dejar de lado sus quejas o tratarlos con indiferencia son los mayores detonantes.


Recuerda: cada interacción es una oportunidad de sorprenderlos y demostrar que nos importa.


El lenguaje corporal: Aliado o enemigo

Cuando tratamos cara a cara con los clientes, el lenguaje corporal juega un rol fundamental.


Evita cruzar los brazos o fruncir el ceño, porque estos gestos transmiten rechazo o impaciencia.


Mantener una postura abierta, contacto visual y una sonrisa genuina puede hacer la diferencia en la percepción del cliente.


Gestionando nuestras emociones: tranquilidad ante todo

Finalmente, la clave para manejar todo esto con éxito es gestionar nuestras propias emociones.


En situaciones difíciles, mantener la calma y ser diplomático es el camino para lograr nuestro objetivo: la satisfacción del cliente.


La actitud dialogante y la paciencia son nuestras mejores aliadas.


Consejos para prevenir problemas

  1. Proactividad:

    Anticiparnos a los problemas antes de que surjan.

    Si vemos que algo no está bien, no esperemos a que el cliente lo descubra.

  2. Comunicación clara:

    Explicar los procesos, tiempos y expectativas desde el inicio.

  3. Empatía:

    Ponernos en el lugar del cliente, siempre.

  4. Capacitación continua:

    Preparar a nuestro equipo para manejar situaciones difíciles con profesionalismo y calma.

  5. Feedback constante:

    Pedir la opinión del cliente regularmente para ajustar y mejorar nuestros procesos.


Recuerda: no se trata solo de resolver problemas, sino de crear relaciones duraderas.

Y eso, en tiempos de crisis, es más importante que nunca.


Preguntas de autoevaluación

  1. ¿Responde tu empresa de manera rápida y eficiente a las quejas y reclamos de los clientes?

  2. ¿Tu equipo de atención al cliente está capacitado para manejar clientes difíciles o insatisfechos?

  3. ¿Utilizan herramientas de seguimiento para asegurar el cierre de los reclamos?

  4. ¿La empresa tiene procedimientos diferenciados para manejar quejas y reclamos?

  5. ¿Realizan revisiones periódicas de las interacciones con los clientes para mejorar la experiencia?


Si una o más respuestas fueron negativas, somos la ayuda que necesitas para poner el servicio a clientes en otro nivel.


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