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El desencanto y su relación con los contratos



Así como en algunas parejas las cosas cambian mucho cuando el noviazgo se transforma en un contrato matrimonial, lo mismo sucede cuando se hace un headhunting y se envuelve al candidato en halagos y algodones, pero las mieles se terminan cuando el elegido ingresa a la empresa.


En ambos casos, uno apuesta generalmente todo y se compromete de cuerpo y alma, por eso el desencanto por “lo que no fue”, es tan doloroso.


Lo he vivido en carne propia cuando en un headhunting vinieron un domingo los dueños de una empresa a buscarme a casa, a presentarme la empresa y “sobarme el lomo” (como decimos por mis pagos) y luego al ingresar, la realidad fue muy diferente a lo planteado, incluso en la definición del puesto.


Las reacciones cuando esto sucede son varias, pero bastante similares entre el matrimonio y el contrato laboral.


En un caso, el desencantado puede apostar a que las cosas cambiarán y que lo que le prometieron y mostraron antes, volverá a ser, y entonces, seguirá aceptando hieles esperando ese momento.


En otro, sacará la mente y el corazón de donde está y comenzará a buscar oportunidades fuera, siendo infiel o mandando currículums por posiciones en otras empresas.


En algún momento, en ambos mundos, la crisis llega y, en el mejor de los casos, se toma la determinación de finalizar el contrato.


Para evitar estos malos tragos, hay cosas que ambas partes pueden hacer:


Una de ellas

  • No fingir y mostrarse tal cual es para ser aceptados por esto y no por algo que no serán jamás

  • No comprometerse con el otro por aquellas cosas de las que no está seguro poder cumplir

  • Recordar que lo importante no es captar sino retener, y que esto último debe ser por la voluntad del otro y no por obligación

  • No use mentiras para atraer, éstas siempre tienen patas cortas

Y la otra

  • Verificar lo que le muestran o prometen, averiguando más o provocando respuestas para ver qué pasa

  • No conformarse. Cuando algo es tan distinto a lo prometido, es porque ese es el estado natural y lo otro fue una trampa

  • No acostumbrarse a dar permanentemente sin recibir, porque eso crea hábito y no es bueno porque entonces nunca recibirá lo que merece

  • No crea ciegamente en nada y tenga siempre una cuota de duda hasta poder corroborar la realidad

Parece fácil de cumplir, pero también parece inevitable no hacerlo porque todos alguna vez estuvimos en un lado o el otro del mostrador y no cumplimos con estas premisas.


Quizás sea porque, por un lado, la necesidad tiene cara de hereje, es decir, nos lleva a vulnerar algunas barreras naturales que no traspasaríamos en otros momentos, y, por otro lado, el amor, sea este hacia otra persona, la profesión o el trabajo soñado, no es algo donde prime la racionalidad, y pesa siempre más lo que dice nuestro corazón que lo que advierte nuestra mente.


Humanidad, que le dicen…


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