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La vergüenza como salvoconducto en las organizaciones



Cuántas veces oímos o usamos frases como estas:

"Al menos que yo sepa"

"En mi humilde opinión"

"Si no estoy equivocado"

"Si no me falla la memoria"


Todos los días, nos enfrentamos a una situación típica en la que nos escondemos detrás de estas frases o vemos a alguien que lo hace.


¿Por qué es así? ¿Estamos tratando de ser educados?

La respuesta es un rotundo ¡No!


Lo hacemos, simplemente porque tememos la mancha de la "vergüenza", si se demuestra lo contrario.


¿Y por qué le teme la gente a que se la avergüence públicamente?


Sospecho que podría ser porque en algunos ámbitos podría resultar fatal.

Quizás no al punto de provocar suicidios (aunque en algunas culturas como la japonesa tradicional esto es así) pero sí de borrarlos de las listas de personas confiables, elegibles para promoverlas o para delegarles temas importantes.


En las empresas, esto significa el fin de nuestras carreras, el comienzo de nuestra decadencia y el punto donde debemos olvidarnos de pensar en mejores posiciones.


La pregunta del millón es ¿a qué se debe esto?


Bien, en parte puede asociarse a una débil o baja estima personal, pero la gran culpable es la cultura punitiva de las organizaciones.


¡Equivocarse está mal!

¡El error debe ser castigado!

¡Hay que mostrar que las cosas que se hacen mal traen consecuencias!


Estas y otras frases que se escuchan demasiado seguido y que hacen que la gente tema errar, que lo asuste la idea de equivocarse y que busque la forma de evitar el bochorno, en parte escondiendo los errores, en parte dejando de hacer o usando frases para evitar comprometernos con lo que decimos.


¡Hay que cambiar el paradigma!

Hay que entender que del error se aprende mucho más que del éxito, que equivocarse por hacer y aprender de ello es como se crece y se consiguen los éxitos.


Pensemos solamente en lo que aprendimos de nuestros errores y equivocaciones y veremos que son una fuente de gran sabiduría.


El tema pasa por animarse a cambiar ese paradigma funesto, pero demasiado extendido y presente.


Si eres de los que se animan, comienza en pequeño, primero contigo y luego en tu grupo de trabajo, y cada vez que haya una equivocación ponla sobre la mesa, despersonalízala y analízala fríamente con tu equipo.


De a poco verás aparecer en esa mesa más errores, pero no te asustes, no es que no existieran, no es que hayan aumentado, sino simplemente que ahora te enteras de muchas cosas que antes terminaban debajo de la alfombra.


Y también, de a poco, verás que el clima laboral en tu equipo mejora, así como su performance.

Es solo cuestión de empezar…


¿Te animas?

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