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La experiencia es un camino sin atajos… ¿Seguro?

Actualizado: 12 oct 2023



Campo, cielo, transparencia de cabeza, cerebro

Una vieja frase anónima dice que “No existen atajos para ir a cualquier lugar que valga la pena”, pero…

La experiencia es una forma de conocimiento (o habilidad) derivada de la observación, de la participación y vivencia de un evento, o proveniente de las cosas que suceden en la vida.

Definida así, ¿Hay atajos entonces para la experiencia?

Existe en forma muy marcada, una tendencia a pensar que las habilidades de pensamiento no se pueden enseñar y que la madurez emocional es algo que no se puede apuntalar o animar.

Por supuesto que aquellos individuos que se resisten a los cambios y a la crítica, ya sea por inseguridad o por tozudez, son sujetos con los cuales difícilmente se puedan trabajar estos temas.

Pero difícil no es imposible.

Muchos piensan que algunas cosas se tienen o no y que solo pasar por determinadas cosas y/o ejecutar repetidamente ciertas acciones, hace aprenderlas de verdad, adoptarlas e internalizarlas.


Esto es totalmente cierto, pero no significa que no se pueda trabajar en hacer este proceso mucho más eficaz y eficiente.

Para aprender algo por experiencia, se debe pasar varias veces por el mismo proceso, para ver qué cosas funcionan y cuáles no, es decir, entender bien qué es casualidad y que es causalidad.

Si reducimos el proceso a esto, solo después de una cantidad de intentos, unos fallidos, otros medianamente fallidos y una mayoría exitosos, podremos estipular que un proceso está aprendido y estable.

Sin embargo, este proceso de aprendizaje puede mejorarse rápidamente, con conocimientos teóricos previos bien acabados, y con un buen análisis y feedback de los resultados obtenidos en cada intento y/o utilizando la experiencia de otros como guía (a veces no podemos darnos el lujo para aprender, de cometer todos los errores nosotros mismos).


Un análisis correcto y la verificación de qué grupo de variables fue utilizado en cada iteración y cual fue el resultado de su uso, más un registro que permita el seguimiento, aceleran el aprendizaje.

Por lo tanto, tenemos forma de hacer de esta manera, más eficiente el efecto “experiencia”.

Otro de los aspectos que intervienen en ganar experiencia es la intuición.

Algunas veces nos lleva por el camino correcto en pocos pasos o repeticiones, pero claramente no es una ciencia exacta, mucho menos aún, está totalmente teñida de subjetividades, que dependerán justamente de experiencias y vivencias anteriores, que no siempre serán valederas por los cambios de entornos y circunstancias.

Demás está decir que la adquisición de experiencia es mucho más clara en procesos sencillos, donde el conocimiento teórico no tiene tanto peso.

Pero, en la medida en que estos procesos toman complejidad, cada vez es más necesario el contar con basamentos teóricos o técnicos fuertes, además de un buen registro de la iteración.

Por ejemplo, si tenemos un auto y se agujerea un neumático, aquel que haya hecho el cambio del mismo un par de veces, tiene experiencia suficiente para resolver el problema sin necesidad de mayores conocimientos de base y usando en mucho la intuición.

Mientras tanto, tratar de dar todo el bagaje técnico a alguien para que cambie el neumático, como por ejemplo, el ángulo de giro de la palanca, la fuerza a imprimir a cada giro, la cantidad de vueltas máxima de cada tuerca, la posición ideal del operador, los pasos de ajuste para obtener un cierre balanceado, etc., seguramente llevará más tiempo, no precisamente bien utilizado.

Pero supongamos ahora que el problema se da en el motor, y no es trivial.

La cantidad de ciclos de prueba y error necesarios para llegar a un proceso de resolución acabado, lleva muchísimo más tiempo que una buena preparación técnica y un buen análisis de resultados de cada intervención basado en esos conocimientos previos.

¿Esto quiere decir entonces que la preparación teórica sirve más que la experiencia en los casos complejos?

La respuesta es absolutamente NO.

Un teórico puro difícilmente resolverá nada sin una experiencia de campo que lo complete, así que lo necesario es tener ambos, buen conocimiento del tema y experiencia práctica, salvo que, justamente, los conocimientos técnicos necesarios para la tarea, sean triviales.

Con esto, parecería que tenemos resuelto el dilema, y si bien, todo esto es cierto y funciona, nos falla algo, que justamente no tiene que ver con la experiencia.

Tenemos que tener presente que una comprensión acabada de algo, con un fuerte hábito de uso, normalmente sesga el pensamiento creativo o innovador, restringiendo la acción a algo sabido y ensayado, y quizás nos perdamos de resoluciones maravillosas que nunca fueron ni serán probadas…

Entonces, lo bueno como dicen en Toyota y pregonan las metodologías ágiles, es “aprender por hacer”, aunque con algunas ayuditas y como decía Robert Frost, poeta estadounidense: “Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, yo tomé el menos transitado, y eso hizo toda la diferencia.”


Algunas preguntas de autoanálisis

  • ¿Estás dispuesto a aceptar cambios y críticas constructivas en tu vida profesional y personal?

  • ¿Tiendes a confiar principalmente en tu intuición cuando enfrentas situaciones nuevas o desafiantes?

  • ¿Consideras que la experiencia práctica en tu campo es más valiosa que tener únicamente conocimientos teóricos sólidos?

  • ¿Consideras que a menudo exploras nuevas formas de abordar problemas y desafíos en lugar de aferrarte a lo conocido ?

  • ¿Eres alguien que prefiere aprender haciendo y experimentando en lugar de depender únicamente de lo que ya sabes?

Estas preguntas te ayudarán a reflexionar sobre tus propios comportamientos y enfoques en relación con la adquisición de experiencia y la toma de decisiones, y, si una o más respuestas fueron negativas, es bueno que tengamos una charla

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