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Del amor y otras equivocaciones (en las empresas)

Actualizado: 20 ago 2020


maniquí, corazón, fractales

Cualquiera de ustedes habrá pensado en desengaños y en las declaraciones de alguien despechado. Todo puede ser…

Pero de lo que vamos a tratar es de otro amor, de ese que tenemos por las cosas que hacemos, o por las empresas en las que trabajamos.

Claro que ahora ya no es tan común el tema de ponerse la camiseta, defender el lugar de trabajo o a llenarse la boca con el nombre de la empresa en la cual estamos, pero en muchos lugares todavía sigue sucediendo. Quizás lo más cercano a esto sea el espíritu emprendedor.

Posiblemente es una cuestión de gente con más años y sobrada experiencia, aunque lo he detectado en algunos jóvenes, en particular, idealistas y soñadores que volvieron a la vieja escuela de la lealtad y el poner el hombro contra viento y marea por encima de la tónica de venderse al mejor postor y a los emprendedores que están creando su propia empresa.

Pero, si esto es así… ¿por qué el título?

Porque, como en el amor entre personas, muchas veces el sentimiento está por encima de la racionalidad, y ocultamos sistemáticamente los defectos, los problemas y las cosas que nos incomodan.

Esto, a la hora de trabajar en una empresa, propia o ajena, posiblemente nos dificulta ser ecuánimes en los juicios, y nos lleva por el camino del conformismo sentimental, ese estado en el cual, perdonamos todo, aguantamos todo, y no nos damos cuenta de lo que vamos perdiendo.

Y lo que vamos perdiendo es el ejercicio de la objetividad, la autoestima, pero por sobre todas las cosas, vamos perdiendo oportunidades.

Entonces… ¿es malo comprometerse o amar lo que hago y la empresa donde trabajo?

Para nada! Lo que no se puede hacer es dejar de ser objetivos, dejar de analizar opciones y dejar de poner todo en su lugar y justa medida.

Amar nuestro trabajo es ideal, porque entonces nunca lo sufriremos, pero cuidado, porque justamente eso es lo que tenemos que estar observando todo el tiempo, que eso que amamos no nos haga sufrir, porque cuando esto pasa, algo debe cambiar para volver al estado de disfrute.

Ya sea en la forma en la que hacemos las cosas, en la manera de relacionarnos, en lo que producimos (producto o servicio), o en el peor de los casos, en el lugar en el que nos encontramos.

Y tratemos de estar alertas para que los ajustes se hagan en tiempo y forma, para que continuemos en un estado de bienestar, o para que el momento de cambiar de horizonte no sea un manotón de ahogado y tengamos un rumbo definido.

Ahora, en el amor, siempre hay más de un involucrado ¿no?

Por supuesto! Por eso, no solo nosotros debemos trabajar en esto sino también las empresas, que no pueden estar ausentes pensando todo el tiempo en mayores ingresos o ganancias, usando a la gente como recursos y quitándole su lugar de capital humano, es decir, capital de la empresa, ya que a diferencia de otros elementos del capital empresario, el capital humano puede irse rápidamente a buscar mejores “dueños”.

Una última aclaración. Soy un acérrimo defensor del amor y creo que es fantástico y motor de muchas cosas, y estar enamorado es un estado hermoso, pero siempre y cuando esto nos haga felices.

Cuando el amor y la infelicidad comienzan a ir de la mano, es hora de terminar o cambiar las relaciones personales, el trabajo que hacemos o la empresa en la cual nos desempeñamos.

Y no vale buscarse amantes!


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