Todos los que hemos pasado por empresas en nuestra vida laboral recordamos algo que nos quedó marcado, ya sea por bueno o por malo, de las distintas culturas organizacionales o cultura empresarial.
Por suerte para mi, tengo recuerdos de ambos, que quiero compartir.
En una de las empresas en las que trabajé, el día que entré, me mostraron mi oficina, me presentaron a mi equipo, me entregaron celular, notebook y útiles de oficina y me preguntaron si tenía algún compromiso al mediodía porque iba a almorzar con el presidente y dueño de la empresa.
En ese almuerzo en su oficina, el fundador de la empresa me hizo la inducción.
Me contó cómo nació la organización, por qué se hizo y cómo se hizo, quienes lo acompañaron y quienes estaban hoy en puestos de importancia y por qué.
También me dijo que hacía esto con cada persona que entraba porque quería conocer a sus colaboradores y que no hubiera distancias entre el y el resto de la organización.
Y no era una empresa chica, 19 países, más de 300 empleados...
Realmente impactante.
En otra, apenas entré mi jefe me dio un proyecto para armar y dos semanas para presentarlo.
Sin conocer mucho la empresa, tuve que rebuscármela para conseguir información, y con la guía de mis compañeros que me dieron pautas sobre usos y costumbres, armé el plan y lo presenté.
Mi jefe lo miró y me dijo “esto es una porquería” y me lo tiró sobre el escritorio.
Yo estaba desolado.
Había hecho mi mejor esfuerzo y el resultado era ese. Entonces se acercó uno de mis compañeros, con muchos años en la empresa y me dijo “No te preocupes, le gustó, porque si no le hubiera gustado no te habría dicho nada. Lo hace para que no te acomodes y pienses que es fácil”.
En la misma, en otro proyecto gigante, estuve armando la información para que un proveedor hiciera el desarrollo del proyecto.
Diagramas de flujo, entidades, modelo de datos, especificación funcional, entre otras cosas dieron a luz un volumen importante de información que armé en una gran y muy prolija carpeta y se la presenté a otro jefe que tuve.
El la levantó con una mano como si estuviera pesándola y me dijo “debe estar bien”, y ese fue todo su análisis de mi trabajo.
Asombrado y confundido me fui con mi carpeta a mi oficina.
Una más.
En una empresa con más de 800 empleados, los gerentes teníamos reuniones semanales con el presidente y dueño, en una gran sala de reuniones donde el nos esperaba. Saludaba a cada uno dándole la mano y a un par (donde me incluyo) con un beso (por estos lares los hombres nos saludamos con un beso en la mejilla cuando hay confianza).
Después de terminada la reunión, su secretaria al salir me comentó por el gesto “Te debe tener mucha estima”.
En esa misma, en las reuniones de gerentes, el presidente solía regalar sus corbatas usadas a sus colaboradores como cumplido.
Una última.
Trabajé en una empresa, donde los gerentes teníamos “prohibido” comer en ciertos restaurantes de la zona porque no trabajaban con la línea de nuestros productos, en donde mi jefe (nuevo también) me dijo al entrar "La gente que tenés a cargo no sirve para nada, despídela y contrata un nuevo equipo".
Yo no había conocido a nadie todavía, y por supuesto, no hice lo que me pidió, y ese equipo de gente fue uno de los más exitosos de la historia de la empresa.
Hay muchas más anécdotas, sobre estos gestos, ceremonias y costumbres de las empresas en donde me tocó actuar.
De algunas aprendí lo que no hay que hacer nunca.
De otras me quedé con cosas para aplicar en otros lugares.
Dejo a criterio de los lectores, cuáles entraron en cada grupo, y en este tren de contar anécdotas, me gustaría que compartieran las suyas en los comentarios, porque siempre se puede aprender de las experiencias, aún de las de otros.