Seguramente, alguna vez has estado en una conferencia o reunión en la que el presentador solo hacía clic en las diapositivas de una presentación y se dedicaba a leerlas a la audiencia.
Lo más probable es que la mayoría de las personas en la sala estuvieran aburridas, con la cabeza en otro lado y esperando que el presentador terminara lo más pronto posible.
Una buena presentación requiere un excelso manejo de la comunicación, un sesgo personal y un impacto que la haga memorable, por lo que usar diapositivas como pistas visuales para hablar, o peor aún, directamente leerlas, no hace nada para conectar al presentador con su audiencia, y si el presentador no se conecta con su audiencia, no será memorable ni logrará la aceptación o la atención necesaria.
Existen algunos métodos para realizar presentaciones que lleguen al público tanto a nivel emocional como intelectual y ambos niveles deben estar enfocados y sincronizados para una presentación exitosa.
En general, a la mayoría de las presentaciones le falta un objetivo específico orientado a la acción, brindando a la audiencia una imagen clara de cuál es nuestro rol, o el de ellos, una vez que terminamos de presentar.
Hay algunos pasos fáciles de seguir que, como disertantes, debemos tener en cuenta al prepararnos para hacer una presentación.
Lo primero y primordial es considerar la intención de la presentación, o, qué es lo que nos gustaría lograr, y esto siempre debe ser definido antes de construir el contenido.
Lo siguiente es armar algo simple, claro y orientado a la acción.
Por ejemplo, una intención podría ser "me deben ver como un elemento fundamental para el éxito de su negocio" o “cuando vuelvan a sus empresas se pondrán a revisar su sistema de calidad”.
Una vez definida la intención debemos evaluar cómo persuadiremos a la audiencia, o posibles futuros clientes, de esta intención, en lugar de solo tratar de educarlos o informarlos.
Esto puede incluir hacer preguntas, relacionar ejemplos de cómo resolvimos un problema para un cliente en una situación similar o hacer suposiciones sobre su negocio o empresa.
Luego, seleccionemos un buen contenido que respalde nuestra intención y omitamos todo lo demás.
Tenemos que organizar el material en un esquema lo más claro posible, con una apertura convincente que atraiga a la audiencia, no más de 3-5 puntos de conversación principales con ejemplos, transiciones y un cierre dinámico con un llamado a la acción.
Debemos recordar que la mente solo puede absorber lo que el tiempo sentado puede soportar por lo que debemos mantener nuestras presentaciones dinámicas, atractivas, específicas y concisas.
Pensemos entonces en esto como un espectáculo, y, como dicen en la industria del entretenimiento, "¡Hay que dejarlos con ganas de más!", o como me gusta decir a mi "Que se vayan irrefrenablemente motivados a hacer algo con lo que les transmití".
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