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Valorar al Adulto Mayor no debería ser solo una buena intención

Actualizado: 20 ago 2020


adultos mayores, empresa

Los avances científicos, tecnológicos y los cambios demográficos que trajo aparejado este siglo ha contribuido favorablemente en la calidad de los Adultos Mayores, extendiéndose la longevidad, siendo una tendencia inexorable que viene a plantear grandes desafíos para una sociedad en donde los mayores parecerían estar más bien desprotegidos.

La OMS (Organización Mundial de la Salud) utiliza desde finales de los años 90 el término envejecimiento activo para definir “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen” (OMS, 2002, p.79).

Se calcula que para el 2050 un cuarto de los habitantes será Adulto Mayor, proyección que no podemos pasar por alto.

Con los años se ha observado que existen creencias, mitos y prejuicios que se encontrarían enquistados en torno al concepto de envejecimiento, sin tener en cuenta que se trata de un proceso natural, gradual, continuo e irreversible que se da a lo largo de todas las etapas de la vida.

Envejecer conlleva pérdidas pero también logros, siempre y cuando se aprenda a aceptar esas transiciones, pudiendo interpretar el paso del tiempo como una experiencia subjetiva y singular.

La manera en que uno afronta a la vida constituirá el factor determinante al momento de potenciar y conseguir un envejecimiento positivo, activo y saludable.

Tradicionalmente la vejez se asociaba con enfermedades, dependencia y falta de productividad.

Sin embargo, en la actualidad, quienes trabajamos con adultos mayores, sabemos que la realidad no coincide con esta opinión.

Con la edad, la mayoría de las personas se adaptan al cambio y se convierten en recursos potenciales para la comunidad.

Igualmente, no podemos ignorar que existe una tendencia a sostener el modelo médico biologicista que resalta la dimensión físico-patológica de la vejez, justificando la estigmatización de esta franja etaria.

Que los adultos mayores se retiren del mercado del trabajo no respondería a un ejercicio propio de su voluntad sino al establecimiento de una ley, donde las presiones sociales para que dejen los cargos a los más jóvenes y por las discriminaciones en las contrataciones, ubicarían a estas personas fuera del área laboral como “clase pasiva” o “retiro”, es decir, fuera de la producción.

No obstante, hay especialistas que señalan de manera muy específica que la edad, para una posición de cierta envergadura en una empresa, se encontraría alrededor de los 50 años, debido a su flexibilidad y estabilidad en su trabajo además de una alta tolerancia a la frustración y una mirada integral, realista y empática de las situaciones.

De esta forma las organizaciones estarían comenzando a valorar el aporte de colaboradores más experimentados (“influencers” maduros), quienes estarían atravesando una etapa en la cual los compromisos familiares serían menores, en la mayoría de los casos además de haber acumulado inteligencia emocional y Resiliencia, entre otras capacidades.

Impulsar la inserción social no solo permitiría compatibilizar pensiones o jubilaciones básicas con empleos formales sino también incentivar emprendimientos y dar flexibilidad laboral, promoviendo así el envejecimiento activo, iniciativa que ya en otros países, se encuentra en la búsqueda de convertirse en política pública.

Todos sabemos que la vejez no tiene buena prensa, pero en realidad cuando se piensa en lo que ya no tienen o en su fragilidad, estamos olvidando que son los sobrevivientes de un montón de gente que quedó en el camino y que no pudieron llegar.

En la medida que el paradigma social y estético sea el de la juventud, toda marca corporal, producto del paso del tiempo, será percibido negativamente además de generar el distanciamiento del adulto mayor que constituiría el retrato posible de nosotros mismos en el futuro.

El discurso “antiviejo” reflejado en los productos anti age no es otra cosa que la negación de esta última etapa de la vida, en donde aún se intenta detener de manera ilusoria el paso del tiempo, en vez de tener una visión positiva vinculada a una vejez con recursos y motivaciones como para seguir viviendo y disfrutando.

Teniendo en cuenta que los adultos mayores, en unos años más, se convertirán en el colectivo de consumidores más numeroso, comprender sus incentivos y necesidades, marcará la diferencia en diferentes sectores del mundo empresarial, siendo un target que aún no está lo suficientemente atendido y cuidado.

Ya no es suficiente con decir que la expectativa de vida ha aumentado si no hay una visión de la vejez que respete la dignidad de las personas además de garantizarles una vida sana, fomentando así una cultura de la vejez y del envejecimiento.

Tampoco los deja libre de discriminación el utilizar para nombrarlos un lenguaje apropiado como “personas mayores” en vez de “viejito”, “abuelito” o “decrépito”, en sentido peyorativo.

En definitiva, para dar una visión más ajustada a la realidad y siendo optimistas, no alcanza solo con hablar del Envejecimiento Activo sino tomar conciencia y comenzar a comprometernos desde nuestra práctica, planificando y elaborando estrategias de acción para el desarrollo de Programas que involucren políticas públicas y privadas con una planificación a largo plazo.


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