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El sueño imposible de abolir el estatus


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Muchas veces he sostenido que los beneficios y galardones del éxito, para muchos, pueden ser las mismas cosas que les hacen perder el contacto con sus equipos y el trabajo real que se realiza en una organización.


Grandes oficinas, estacionamiento reservado, secretarias y entradas separadas entre otros, son símbolos de estatus que muchas veces nublan nuestra visión y buen juicio.


El otro día, un colega y amigo scout que se convirtió en un ejecutivo muy bien pago, me dijo que lo único que necesitaba para trabajar bien eran las 4 comidas y un lugar para dormir.


Era una declaración fuerte para alguien encumbrado como el, y un concepto tan simple que pensé en compartirlo más ampliamente.


¿Te imaginas cuánto más productivo sería todo el mundo si no se gastara ningún esfuerzo en los elementos de estatus?


En el pasado, fui uno de los que cayó en esa trampa y gasté mi tiempo y el de los demás en estas distracciones, pero hace ya mucho descubrí que esas cosas que pensé que eran importantes realmente no lo son.


El estatus y el sentido que cada uno de nosotros le da, suele ser lo que crea dilemas y miedo, incluidos aspectos como la certeza, la autonomía, la relación y la equidad (modelo SCARF del libro Quiet Leadership de David Rock que veremos en un futuro artículo) y que están relacionados con la pérdida de estatus, de terreno firme y no saber claramente cuál es nuestra posición en la organización donde estamos.


Si uno lleva este concepto de desaparición del estatus a un nivel global, se puede eliminar el problema del hambre, y de tener un techo sobre la cabeza, ya que la mayoría quiere comprar una casa grande, incluso si la familia necesita solo de 2 habitaciones, y, cuando uno tiene el dinero suficiente, lo hace, aunque no tenga sentido práctico.


Todos los que podemos, compramos un auto, aunque podamos arreglamos con una moto o bicicleta, y no solo eso, también, si podemos, lo renovamos cada cierto tiempo, aunque no tenga ningún problema y siga tan útil como al inicio.


Pero ¿se necesita eso?

Si todos tenemos esa actitud, ¿el mundo se convertirá en un lugar perfecto?


Filosóficamente, si todo lo que necesitáramos fueran 4 comidas y un lugar donde dormir, entonces podría haber una disminución de los artículos suntuarios, pero también la desventaja de tener menos consumo, menos crecimiento, menos innovación, porque ¿Quién compraría algo más apetecible que 4 comidas calientes, un lugar donde dormir y un techo sobre la cabeza?


Obviamente, dejo de lado la necesidad de mejorar la provisión de energía, la salud, la atención médica, etc., donde se puede usar la productividad sobrante adicional de los individuos que dejaron de correr tras los oropeles.


Y claro, no olvidemos algo llamado el nivel de vida, donde las carreteras, las escuelas, el agua limpia, la calefacción, la electricidad y otros, son elementos de lujo en muchos países del tercer mundo, donde tal vez los salarios que se pagan en esos lugares son solo comida, un techo y un lugar donde dormir.


Por supuesto, el estatus es un término relativo y depende de visiones muy subjetivas.


Muchas personas pueden quejarse de que se les paga menos que a otros, pero tienen lo suficiente y más para vivir bien, cuando otros en el mundo, en los pueblos más pobres, mueren de hambre, no tienen médicos ni medicinas y mucho menos un techo sobre sus cabezas.


Quizás sea hora de pensar en estos elementos de estatus y ajustar nuestros corazones y mente de manera apropiada para ayudar.


Si todos echáramos un vistazo a lo que realmente necesitamos y nos volviéramos más realistas acerca de nuestras extravagancias al no tener que seguir el ritmo de nadie, podríamos hacer de éste un mundo mucho mejor, quizás no necesariamente más productivo a menos que ese nuevo tiempo libre se gastara en ayudar a otros.


Si bien soy un soñador, y creo en producir un cambio en la humanidad, dudo que esto suceda mucho en nuestras vidas, porque es la condición humana querer más, hacer más, esforzarse por más, esencialmente COMPETIR, y junto con eso vienen los elementos de estatus como medallas de oro para atletas olímpicos, bonos para ejecutivos, y un montón de otras cosas y más cosas para el resto de los mortales, que sirven para diferenciarnos de los demás.


Creo que podríamos llevar esto un paso más allá y hacer la pregunta: ¿puedes imaginar cuánto más productivo sería todo el mundo si no hubiera egos que se interpusieran en el camino?


Lo cierto es que, la comida y el lugar donde dormir son las necesidades más básicas, pero, según Maslow, esta son la base de la jerarquía, y las personas necesitan más.


Con estas cumplidas, la siguiente necesidad es la seguridad personal, luego la necesidad de pertenecer, de ser aceptado, y para seguir creciendo, una persona requiere aprobación y reconocimiento, y solo después de que se satisfagan estas necesidades, pueden darse cuenta de su potencial y pasar a ayudar a otros a hacer lo mismo.


Entonces, si eres uno de los que acumulan estatus y estás de acuerdo con esta visión que rompe paradigmas, la pregunta del millón es ¿a qué beneficios estás dispuesto a renunciar?

Y la respuesta, casi siempre, es un profundo silencio.


En realidad, somos pocos los que realmente escapamos (o creemos haberlo hecho) de esa jaula dorada de estatus.

Salimos de nuestros escritorios y nos ensuciamos las manos, y nos ponemos de igual a igual con nuestra gente, porque verdaderamente entendemos que somos iguales.


Si lo pensamos bien, la verdad es que nadie realmente posee nada trabajando para un empleador, ya sea una oficina, un automóvil de la empresa, una computadora portátil, etc., así que, ¿por qué debiéramos andar mostrando orgullosos algo que no nos pertenece realmente?


En algún momento, trabajando en una empresa muy proclive a dar privilegios, me iban a dar una placa con mi nombre por un servicio excepcional, y les dije que prefería un producto que fabricaba la empresa.

Tener la placa en mi linda oficina aumentaba mi estatus en la empresa, pero, de más está decir, que sigo usando ese producto muchas veces por semana en mi cocina y me da mucho placer.


Trabajé también en un entorno donde se evitaban las ventajas como símbolos de estatus, el estacionamiento era por orden de llegada, mismo tipo de mobiliario de oficina para todos, pocas o nulas diferencias salariales, y esto, a la larga, creó una cultura en la que el impulso por el progreso individual perdió sentido, a casi a nadie le importaba, y, en casos extremos, nadie quería o deseaba tener roles de liderazgo.


Por lo tanto, es discutible si los beneficios y elementos de estatus funcionan como un incentivo o chispa para encender un pequeño fuego y construir un poco de competencia, o son ruinosos para las personas y la organización.


Tiendo a pensar que, mientras no se convierta en el foco central de la vida de uno, las ventajas sirven como incentivos para crear una pequeña competencia sana para aquellos a los que le importa, y para aquellos que no y tienen otras prioridades, no debieran tener impacto.


El tema es que algunas personas buscan, erradamente, símbolos de estatus como medida del éxito, y este impulso puede ayudar a producir grandes personas, aunque también, hará que otros pierdan la noción de lo que era estar en la trinchera y se vuelvan meros ostentadores de diferencias.


Nuestro impulso personal para el éxito, para lograr, administrar, dirigir y controlar, nunca debe hacernos perder el enfoque en las cosas de verdadera importancia, como nuestras raíces, nuestros valores, nuestras creencias fundamentales, nuestras experiencias de vida, y, por sobre todo, nuestra familia.


Debemos aferrarnos a esto, y, por sobre todas las cosas, nuestros títulos y galardones, nuestras siglas después del apellido (MBA, PMP, CPIM, PhD, etc.), no pueden hacer que seamos otras personas, ni que nos consideremos más que nadie.


He trabajado en varias empresas como autoridad máxima y siempre intenté trabajar más duro que el resto.

Llegar primero, irme último, y si se necesitaba que un grupo viniera a trabajar un fin de semana, yo también iba, aunque no tuviera nada importante que hacer allí más que hacer café o atender el teléfono, porque quería que vieran que, si había sacrificio que hacer, lo hacíamos todos.


Después de pensar en esto, un buen líder nunca discutiría esta filosofía, ya que un ego que se enfoca en cosas materialistas como en el estatus, probablemente perderá el enfoque y el sentido del liderazgo que es el servicio y el cuidado de su gente, lo que, sin dudas, provocará una caída en el rendimiento.


No hay nada de malo en que las personas trabajadoras obtengan buenos beneficios, premios y consideraciones especiales, pero sí hay mucho de malo en que esas ventajas se le suban a la cabeza.


Para pensar… ¿no?




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