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Diseño organizacional (con alma de cocinero)

Actualizado: 30 jun 2023


diseño organizacional, cocinero, chef, innovación, modificación de procesos

La cocina pareciera estar alejada del mundo de los negocios salvo, por supuesto, que uno se dedique a la gastronomía.


Sin embargo, en un momento de ocio creativo, se me ocurrió comparar situaciones y he encontrado muchas similitudes entre los negocios y la cocina a la hora del diseño organizacional.

Normalmente cuando cocinamos, seguimos, ya sea implícita o explícitamente, una receta, es decir, una forma de hacer las cosas, y con ello nos aseguramos que la comida resultante sea igual o muy parecida a la que nos propusimos.


En nuestras empresas, nuestros procesos y nuestras herramientas, son los pasos e ingredientes que usamos para conseguir el objetivo de negocio.

falta de tiempo, reloj de arena

A veces, por falta de tiempo, apuramos o saltamos algún paso de nuestra receta y quizás nos damos cuenta que, el paso en sí, no agregaba demasiado al sabor o presentación de la comida, por lo cual variamos la receta para la próxima (o generamos una alternativa para usar cuando estamos faltos de tiempo).

Otras veces en cambio, el resultado es fatal, por lo cual, tiramos nuestra preparación a la basura y nos hacemos un sándwich, ya que no queda tiempo para volver a preparar la comida.

En nuestras organizaciones también hacemos lo mismo y los resultados son asimilables, a veces perfeccionando el proceso, a veces creando alternativas para situaciones de urgencia, y otras teniendo que tirar la producción o descartando lo diseñado.

En ocasiones, cuando estoy inspirado (y me pasa mucho en la cocina), cambio algún ingrediente o agrego algo, lo cual hace del resultado algo especial, quizás mejor, pero seguramente distinto.

nuevas ideas, innovación

En los procesos de negocio estas son las innovaciones, las cuales son deseables porque nos llevan a mejoras o diferenciación.

El problema aquí es que, en lo personal, en muchas oportunidades no tomo nota (sea mental o escrita) de ese cambio y por lo tanto no modifiqué mi receta base.

Esto lleva a que a veces no lo recuerdo en otra situación, o recuerdo que hice algo pero no muy bien qué.

Esto también pasa en los procesos de negocio, usualmente porque no se tiene una gestión de mejora continua implementada y es algo que le sucede continuamente a los innovadores, porque su cabeza pasa de una innovación a la siguiente, como un continuo.

Es sabido que los buenos cocineros tienen además el don de la improvisación.

Yo, sin ser bueno, igual lo tengo y puedo preparar un plato con lo que encuentro en la heladera o en la alacena y esto hace que mis comensales reciban siempre una preparación esmerada, aunque a veces sean conejillos de indias.

Como ejemplo, recuerdo algo que inventé un día con unos dados de pollo y pepinos salteados en manteca y jengibre, cebollas acarameladas en Malbec y arroz blanco especiado, que mis invitados ocasionales miraron con desconfianza, pero una vez que probaron, lo disfrutaron mucho.

Esto seguramente no puede asimilarse a la línea de producción, pero si a una buena práctica que deben tener las organizaciones, y es, siempre dejar a alguien con el tiempo y la posibilidad de “inventar” nuevos productos y servicios “con lo que hay”, y más aún, hacer de esto una práctica a premiar entre nuestro personal, alentándolos para que jueguen este juego.

masividad, alto volumen

En el tema de volumen, también es cierto que, nadie que cocine, prueba una nueva receta en un evento de 100 personas, seguramente lo hace primero, como yo lo hice, para él, quizás su familia o algún amigo, y luego ajusta y escala.


Esto también es bueno recordarlo en nuestros procesos de negocio porque la masividad requiere la seguridad y el asentamiento previo.

Por último, siempre está el “ingrediente secreto” que es el alma de cualquier cocinero, aquel que cuando la gente prueba el plato, dice y pregunta “¡¡Que rico!! ¿Qué le has puesto?”

Y la respuesta es la misma que me daba mi abuela, luego mi madre, y que yo les digo a mis hijas e hijo desde pequeños… “Una pizca de amor”, algo que es totalmente aplicable a nuestras organizaciones, porque cuando hay amor en lo que se hace, el cliente lo siente y lo diferencia…


Algunas preguntas que podemos hacernos:

¿Se permite la innovación en la organización?

¿Hay un proceso definido para registrar las innovaciones y sus resultados? ¿Participa el personal de las innovaciones? Si participa el personal ¿hay algún premio o aliciente para ellos?


Si una o más respuestas resultaron negativas, sería bueno sentarnos a charlar de las posibilidades.



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