La excelencia no se improvisa: una historia de pequeñas grandes cosas
- Daniel Sachi
- hace 3 días
- 4 Min. de lectura

Hace unos años, acompañé a una empresa de retail en su proceso de transformación ágil.
Tenían una cultura de resultados, sí, pero también de silencios incómodos, de reuniones donde se hablaba mucho y se escuchaba poco, y de líderes que confundían presión con dirección.
En una de esas sesiones, un gerente me dijo:“Aquí no tenemos tiempo para agradecer ni para pedir disculpas. Estamos demasiado ocupados cumpliendo objetivos.”
Esa frase me quedó resonando profundamente por muchos días.
Tom Peters, en su libro The Little BIG Things: 163 Ways to Pursue Excellence, insiste en que la excelencia no es un hito, sino una forma de vivir.
Que se construye con cosas pequeñas: escuchar, preguntar, agradecer, disculparse, conectar.
Suena obvio, casi ingenuo, pero lo notable es cuán ausentes están estas prácticas en muchas organizaciones.
En ROI Agile, no creemos en la transformación como acto heroico.
Creemos en la excelencia como resultado de prácticas humanas bien cultivadas.
Más que instalar frameworks, cultivamos culturas.
Y más que perseguir metas, ayudamos a construir sentido.
La historia de Ana y el poder de la escucha
Ana lideraba un equipo de desarrollo en una empresa tecnológica.
Técnica brillante, resolutiva, ejecutiva.
Pero su equipo vivía en modo “sálvese quien pueda”: alta rotación, climas tensos, ideas apagadas.
Durante una sesión de coaching, le propuse algo inofensivo:—En la próxima reunión, escucha a cada persona sin interrumpir. No expliques. No corrijas. Solo escuchá.
Lo hizo. Y fue un punto de inflexión.
Las personas comenzaron a hablar. A decir lo que pensaban, lo que sentían, lo que sugerían.
En pocas semanas, el equipo empezó a florecer.
Todo cambió con un solo acto: escuchar con presencia.
La amabilidad como estrategia
En otra organización, facilitamos la creación de un pequeño ritual diario llamado “Gracias por hoy”.
Cada tarde, al cerrar el día, los equipos tomaban cinco minutos para agradecer a alguien por algo que hizo bien.
No costaba un peso. No requería software.
Al principio fue visto como "una actividad blanda".
Dos meses después, era parte de la identidad del equipo.
Y sí, como decía Peters:
“La amabilidad es gratis y estratégica.”
Excelencia no es perfección, es compromiso diario
En ROI Agile, lo vemos todo el tiempo.
Organizaciones que quieren mejorar resultados sin revisar el vínculo entre personas.
Que quieren innovación sin incomodidad.
Que quieren liderazgo sin vulnerabilidad.
Y no funciona así.
Implementamos prácticas como coaching ejecutivo, entrenamientos en liderazgo consciente, y facilitación de equipos autogestionados.
Pero lo hacemos con foco en el ser humano.
Porque detrás de cada proceso, hay personas.
Y detrás de cada resultado sostenible, hay relaciones sanas.
La excelencia es esa disciplina invisible que se cultiva en los detalles: cómo respondemos un correo, cómo manejamos un error, cómo damos feedback, cómo decimos “gracias” o “me equivoqué”.
Compendio de mejores prácticas para la excelencia
Escuchar como un arte, no como un trámite
Crear espacios seguros para que las personas puedan hablar, ser escuchadas y sentirse comprendidas.
Escuchar activamente no es simplemente oír; es estar presente con intención.
Reconocer con frecuencia y autenticidad
No hace falta un premio Nobel cada vez, pero sí una palabra genuina, oportuna y directa que le recuerde a alguien que su trabajo importa.
El reconocimiento no es un lujo, es combustible.
Practicar la empatía, siempre
La empatía no se activa solo cuando alguien está en crisis.
Es una habilidad estratégica.
Equipar a los líderes con herramientas de inteligencia emocional tiene un retorno que las hojas de Excel aún no saben medir.
Comunicar con claridad y constancia
Que no haya líneas grises ni agendas ocultas.
La excelencia requiere transparencia.
Las organizaciones que comunican bien, toman mejores decisiones y tienen menos zonas oscuras.
Promover la mejora continua con humildad
Hacer del aprendizaje parte del ADN.
No como castigo por el error, sino como celebración del progreso.
Aprender no es una etapa, es una actitud.
Agradecer como cultura, no como excepción
El “gracias” no es una formalidad.
Es una muestra de respeto, de humanidad.
Empresas que lo convierten en hábito suelen tener menos conflictos y más colaboración genuina.
Pedir disculpas cuando se deba
No hay nada más poderoso que un líder que reconoce un error y lo asume.
No lo hace débil, lo hace confiable.
La excelencia no exige infalibilidad, exige integridad.
Conectar dentro y fuera de la organización
Hacer networking no es solo para eventos de LinkedIn.
Invertir en relaciones amplía horizontes, abre oportunidades y multiplica capacidades.
Las mejores ideas no siempre vienen del interior.
Ser amables de forma estratégica
La amabilidad no es opcional.
Es uno de los activos más subestimados en el mundo de los negocios.
Como diría Tom Peters, es gratis y, paradójicamente, una de las decisiones más rentables que puede tomar una organización.
¿Cómo saber si estamos cultivando la excelencia?
Te dejo algunas preguntas disparadoras para diagnosticar el “estado del arte” de la excelencia en tu organización:
¿Escuchamos activamente a nuestros colaboradores, o solo cuando hay problemas?
¿Reconocemos con sinceridad los esfuerzos o damos por hecho lo que se espera?
¿Fomentamos la empatía como capacidad central del liderazgo?
¿Tenemos canales de comunicación abiertos y bidireccionales?
¿Aprendemos de los errores o los escondemos bajo la alfombra?
¿Nuestros líderes piden disculpas cuando se equivocan?
¿Agradecer y felicitar es un hábito o una rareza?
¿Existe un sistema informal de conexión humana entre áreas o vivimos en silos?
¿La amabilidad es vista como fortaleza o como debilidad?
¿Tenemos prácticas simples que favorezcan relaciones sanas todos los días?
Como decía Aristóteles:
“Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito.”
Y desde ROI Agile, estamos aquí para ayudarte a que esos hábitos no solo existan, sino que sean contagiosos.
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