Cómo apasionar a los desapasionados
- Daniel Sachi
- hace 9 horas
- 4 Min. de lectura

El dilema de la pasión en las organizaciones
“Si tu gente no arde por dentro, tu empresa se está apagando.”
El viejo debate sobre si “vivimos para trabajar o trabajamos para vivir” sigue encendido como brasas bajo la superficie del día a día.
Por un lado, está el conocido dicho: “Si amas lo que haces, nunca trabajarás un solo día de tu vida.”
Por el otro, aquel que sentencia con ironía: “El peor día de pesca es mejor que el mejor día de trabajo.”
Ambos extremos revelan una verdad: el trabajo puede ser un motor o una prisión.
Y el buen líder sabe distinguir a simple vista quién está movido por el entusiasmo y quién solo cumple la jornada.
Conocer a las personas más allá del cargo
Ahora bien, para quienes no disfrutan de su trabajo —o no tanto—, cabe una pregunta esencial: ¿Sabemos realmente qué los apasiona o que hacer para apasionar?
Descubrirlo requiere empezar por lo más humano: conocerlos de verdad.
Y para conocer, primero hay que construir confianza.
Solo cuando una persona confía en su líder se atreve a mostrar su verdadero yo, ese que muchas veces queda oculto tras las formalidades, los miedos o las normas corporativas.
Ser un líder confiable es, en sí mismo, un arte.
No se trata de caer bien, sino de ser auténtico, de cumplir lo que se promete, de escuchar sin juicio y de proteger el espacio emocional del equipo.
Muchos nunca lo logran en toda su vida profesional, porque temen mostrarse vulnerables.
Cuando la pasión se convierte en un proyecto
Una vez que existe esa confianza, llega la parte más desafiante: ayudar a cada persona a conectar su pasión personal con el trabajo.
¿Y cómo se hace eso en la práctica?
No hay recetas mágicas, porque cada ser humano es único.
Pero sí hay caminos.
En mi caso, a lo largo de mi carrera, encontré una herramienta muy efectiva: los proyectos staff.
Su esencia es simple y poderosa: invitar a las personas a proponer ideas sobre lo que les apasiona y buscar juntos cómo convertir esas ideas en proyectos reales para la empresa.
Así nació, en una de las compañías donde lo implementamos, una intranet interna liderada por un empleado que amaba la tecnología pero que su día a día era administración; un comedor para el personal diseñado por un desarrollador de software; un newsletter de Recursos Humanos impulsado por un colaborador con talento para la comunicación del área de ventas; e incluso una red de comercios con descuentos, una parrilla para los viernes y un grupo de ayuda para exámenes universitarios.
Cada uno de esos proyectos fue liderado por quien trajo la idea, y lo más valioso fue ver a los jefes —y a veces hasta los jefes de los jefes— trabajando hombro a hombro con sus equipos como uno más.
Cuando alguien ve su idea transformarse en algo real, la motivación se dispara.
Y cuando la empresa permite que eso ocurra, la cultura florece.
La imaginación como motor organizacional
Albert Einstein decía que “la imaginación es más importante que el conocimiento” (fuente).
Y tenía razón: en materia de talento, la imaginación es el puente entre el deber y el deseo.
Por eso, si queremos organizaciones vibrantes, debemos liberar la creatividad de las personas, no sofocarla con procedimientos.
Cada iniciativa, por pequeña que parezca, puede ser la chispa que encienda un nuevo propósito compartido.
Preguntas para evaluar la pasión organizacional
¿Sabemos qué apasiona verdaderamente a cada persona de nuestro equipo?
¿Contamos con espacios donde puedan expresar e impulsar sus ideas libremente?
¿El liderazgo promueve la confianza y la vulnerabilidad como fortalezas?
¿Reconocemos a quienes generan proyectos más allá de su rol formal?
¿Nuestra cultura refuerza la curiosidad, o la castiga?
¿Cuándo fue la última vez que un colaborador cambió algo en la empresa por pura pasión?
Conclusión: pasión y propósito, el nuevo salario emocional
No se trata de elegir entre vivir para trabajar o trabajar para vivir.
Se trata de vivir con sentido, también dentro del trabajo.
La pasión no se exige; se inspira.
No se impone; se contagia.
Y cuando la empresa permite que las personas hagan lo que aman —o al menos, que amen parte de lo que hacen—, el talento deja de fugarse y empieza a florecer.
Entonces, estimado Líder, tu tarea no es solo encender la llama, es ocuparte de no apagarla.
📌 Nota final para apasionar
Si no logras que tu gente tenga pasión por lo que hace, busca cómo hacer que haga lo que la apasiona.
La empresa —y las personas que la sostienen— te lo agradecerán.
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