Lavado de cerebros casero o tintorería?
- Daniel Sachi

- 20 oct
- 3 Min. de lectura

¿Es posible cambiar la forma de pensar de otras personas?
¿Podemos hacer que nuestros colaboradores modifiquen su forma de pensamiento para hacer más eficiente a la organización?
Muchos gerentes se hacen estas preguntas, y no faltan quienes las consideran ideas descabelladas, casi como intentar hacerle un “lavado de cerebro” a la gente.
Pero en este caso, lavarle el cerebro no significa manipularlo, sino limpiarlo: eliminar los residuos mentales de creencias limitantes y hábitos de pensamiento poco útiles.
¿Qué son los “malos procesos mentales”?
Son esos patrones que sabotean la colaboración y la efectividad.
Algunos ejemplos:
La negativa al cambio
La sospecha permanente
La necesidad de aparentar
La imposición como forma de comunicación
La mentira como escape
La excusa como reflejo
La crítica constante o la incapacidad de reconocer lo bueno
¿Eliminar estos hábitos es malo?
¡Por supuesto que no!
Lo importante es cómo se hace.
Modificar pensamientos no es tarea fácil: requiere trabajo interno, acompañamiento y tiempo.
A veces incluso el apoyo de un psicólogo o coach.
Cuando hablo con gerentes de distintas empresas, suelen argumentar que es imposible cambiar la mentalidad de la gente y que la única solución es reemplazarla.
Pero eso no siempre es cierto.
Claves para lograr una transformación mental real
Cambiar la forma de pensar es posible, pero no se logra por decreto.
Existen algunas reglas fundamentales:
Requiere ejercitación constante durante al menos tres semanas.
Solo puede trabajarse una forma de pensamiento a la vez.
El proceso se hace persona a persona.
Cada involucrado debe estar convencido de querer cambiar.
Debe existir acompañamiento continuo.
Si hay causas psicológicas profundas, el método debe ser adaptado o asistido por especialistas.
Como puede verse, no es una tarea ligera.
Exige conocimiento, esfuerzo y continuidad. Interrumpir el proceso implica volver a empezar desde cero.
¿Solo sirve en las organizaciones?
¡Por supuesto que no!
Cualquiera puede hacerlo en lo personal, siempre que sea disciplinado, constante y cuente con alguien que lo acompañe o revise sus avances.
Cambiar patrones mentales es posible, pero requiere método, compromiso y autoconocimiento.
Pasos para llevarlo a cabo
Diagnosticar qué formas de pensamiento deben modificarse.
Seleccionar a las personas con las que se trabajará.
Definir objetivos por persona y por tipo de pensamiento.
Asignar acompañantes o “veedores” del proceso.
Planificar las acciones.
Ejecutar los planes con seguimiento real.
Evaluar resultados y reiniciar el ciclo.
Por eso, retomando el título: esto es como un traje de confección caro.
Puede lavarse en casa, sí, pero hay altas probabilidades de arruinarlo.
Cuando se trata de limpiar el pensamiento, lo más seguro es mandar el cerebro a la tintorería: trabajar con un especialista o consultor que sepa cómo hacerlo sin dañar la esencia.
Preguntas para evaluar tu organización
¿Qué patrones mentales negativos se repiten en tu equipo?
¿Se habla abiertamente de los pensamientos limitantes que frenan el cambio?
¿Existen espacios de reflexión o acompañamiento real en los procesos de desarrollo humano?
¿Qué hábitos culturales podrían estar afectando la agilidad o la innovación?
¿Quién “lava” el pensamiento colectivo cuando se acumulan las toxinas del miedo, la desconfianza o la rigidez?
Conclusión (sin lavado de cerebros)
Cambiar la forma de pensar sí es posible, pero requiere valentía, paciencia y guía.
El pensamiento es el motor invisible de la cultura, y limpiar ese motor es tarea de liderazgo.
No se trata de imponer ideas, sino de liberar a las personas de las suyas cuando las limitan.
Como decía Epicteto: “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que pensamos sobre lo que nos sucede.”
La verdadera transformación organizacional comienza en el cerebro de quienes la impulsan.
¿Ya es hora de llevar el tuyo a la tintorería?




Comentarios